El 2 de octubre de 1814, cuando la Batalla de Rancagua llegaba a su fin, Mariano Osorio, general del ejército realista, recibió en su Cuartel General cinco estandartes patriotas capturados: dos del Batallón de Infantería Granaderos de Chile, uno del Batallón de Auxiliares N°3, una Bandera de Guerra y una Bandera Negra. El líder del ejército realista decide enviar los pabellones al Virrey Abascal en Lima, para ser situados en una Iglesia en agradecimiento a la Virgen María.

En 1821, cuando el Ejército Expedicionario entra a Lima para liberar al Perú, encontró los estandartes perdidos en la mencionada Iglesia. Éstos fueron enviados a Santiago y posteriormente debían llegar a Rancagua, por considerar que correspondían permanecer en la ciudad en la cual flamearon durante el combate.

Durante 1869, cuando se resuelve traer los restos de Bernardo O'Higgins desde Lima donde habían sido enterrados, se decide llevar desde Rancagua los cinco estandartes para ser puestos detrás del catafalco de O'Higgins. Sin embargo, desde esa fecha los estandartes nunca más regresaron a Rancagua, perdiéndose definitivamente su rastro pese a un enorme esfuerzo de búsqueda llevado a cabo en diversas épocas.

El Instituto O'higginiano de Rancagua, tras más de dos años de investigación, logró establecer la forma y características de los cinco estandartes, confeccionando con dichos antecedentes las réplicas históricas de los mismos y que serán custodiadas por el Museo Regional de Rancagua, para ser entregadas próximamente a la Iglesia de la Merced donde la comunidad podrá conocerlas.