Originados en Francia a fines del siglo XVII, los detentes son trozos de tela de formato rectangular, ovalado o cruciforme, de unos 10 cm de alto, que contienen la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y la frase «¡Detente! El Corazón de Jesús está conmigo». Tal como los rosarios, los crucifijos o las medallas han sido usados por los cristianos como amuletos para alejar o prevenir circunstancias malignas, la función de los detentes es brindar protección individual a quienes los portan, tradicionalmente cosidos a la vestimenta, al lado izquierdo del pecho.
El valor de salvaguarda de estos objetos reside en la conjunción de palabra e imagen, en virtud de la cual el detente obra su efecto apotropaico -como denomina la antropología a aquellos actos, objetos o rituales de carácter protector y poder sobrenatural-. Ambos elementos obedecen a una estructura convencional: en el caso del componente verbal, este consiste en una fórmula fija, donde el elemento predominante es el verbo en imperativo, a menudo intensificado por signos de exclamación; la imagen, en tanto, se inscribe dentro de la iconografía del culto al Sagrado Corazón de Jesús originada en las visiones de santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), cuya representación tradicional muestra un corazón coronado por una cruz, rodeado por una corona de espinas y con una herida de la cual brotan gotas de sangre.
La religiosidad popular suele recurrir a los detentes en situaciones amenazantes como plagas y conflictos bélicos. De hecho, su uso se extendió entre los cristianos hacia 1720, durante la peste de Marsella, y hay evidencia de que soldados chilenos los llevaron, por ejemplo, durante la guerra del Pacífico. No es raro, por lo tanto, que en pleno siglo XXI, con motivo de la pandemia del COVID-19, su empleo haya sido retomado y adaptado por algunas comunidades cristianas con la frase «Detente coronavirus, que el Sagrado Corazón de Jesús está conmigo».
Lo anterior demuestra la vigencia de los amuletos -y, en particular, de los detentes- como dispositivo de la voluntad de sobrevivencia inherente a la naturaleza humana, a la vez que invita a dar nuevas miradas a una extraordinaria colección que conserva el Museo Regional de Rancagua. Se trata de un conjunto de 15 detentes, todos ellos -salvo uno, fabricado industrialmente en Francia- confeccionados a mano y decorados por medio de distintas técnicas de ornamentación textil (bordado, apliqué, pintura y aplicación de lentejuelas y cuentas). Dentro de la muestra se destacan dos ejemplares de gran singularidad iconográfica: el primero, elaborado con la forma del escudo de armas de Chile -y probablemente utilizado por algún soldado durante la guerra del Pacífico-, y el segundo, con la imagen del Niño Jesús dormido.
Descarga el artículo completo "La colección de detentes del Museo Regional de Rancagua", por Emilio Vargas.