Desde hace milenios, los seres humanos hemos manifestado nuestras diferencias identitarias valiéndonos de diversas expresiones materiales. Estas han servido para marcar distinciones de orden étnico, político ‒por ejemplo, resaltar a gobernantes, líderes guerreros o guías espirituales‒ y social, así como etario y de género, entre otras.
La arqueología ha detectado la utilización de numerosas técnicas de diferenciación, que van desde la práctica de modificaciones corporales permanentes, como deformaciones óseas, expansores de orejas o tembetás, hasta el uso de peinados, vestimenta y adornos. Algunas expresiones pueden ser advertidas solo ocasionalmente, dependiendo del grado de preservación del registro arqueológico: tal es el caso de los tatuajes y las deformaciones de la piel. Otras, por el contrario, han desaparecido sin dejar rastro material, como ocurre principalmente con las pinturas corporales o el empleo de flores en collares y coronas.
Entre todas esas expresiones, los adornos corporales fueron, quizás, los primeros objetos que evidenciaron un desarrollo del pensamiento simbólico en el ser humano -e, incluso, de los primeros que este creó y utilizó-; tanto es así, que algunos autores comparan el estudio de dichos artefactos con el de las propias personas que los llevaron. Para comprender la dimensión histórica y el poder simbólico de los adornos es preciso examinar con detención las distintas capas de significado que contienen. Ello implica rastrear los caminos que recorrieron sus materiales, reconstruir las diferentes etapas de su elaboración y analizar las huellas que dejaron, así como los contextos que los acompañaron.
Indicadores de identidades, movilidad e intercambio
La Colección de Adornos del Museo Regional de Rancagua reúne materiales procedentes de diferentes sitios arqueológicos de la zona central del país, incluyendo Paso Las Conchas, La Granja, Plaza de Los Héroes, Ex Hotel City, La Pampilla y Molino Santa Amelia, además de un conjunto de joyas mapuches. Contiene piezas representativas de distintas temporalidades, en las que se reflejan los materiales, modos de producción, usos y prácticas propios de cada época. También ejemplifican las variadas funciones simbólicas que pueden cumplir los adornos: desde amuletos (como los pendientes de concha y los crucifijos) y signos de estatus (un colgante y un anillo de oro) hasta marcadores étnicos y etarios (tembetás y cuentas).
La caracterización de cada uno de estos objetos aporta al conocimiento de nuestra historia y de nuestros antepasados: detrás de estos "chiches", pequeños y silenciados, están las personas que les dieron vida.
Descarga el artículo completo "'Chiches' olvidados: Caracterización y puesta en valor de la colección de adornos del Museo Regional de Rancagua", por Catalina Soto, Elvira Latorre y Bárbara Olguín.